
12 janvier 2007
12 janvier 2007
notas:
escribe Borges que ya no quedan lectores puros, que todo el mundo es un escritor en potencia (la cita no es literal), en un ensayo que predica la superstición del estilo, actitud que podemos encontrar en torno a cualquier disciplina artística (quién pudiera decir forma de arte); es ésta una práctica muy extendida que permite a cualquiera hacer crítica o comentario de una obra (y por qué no, de un vaso de vino) a partir de una serie de frases o clichés convenientemente formulados y que, básicamente, nunca se alejan demasiado de la superficie; juzgamos (me incluyo, como no) a partir de conceptos como el color, la correcta adjetivación o puntuación, la composición, el encuadre…convencidos, de forma inocente, de que valorar el detalle nos permite alcanzar la esencia de la obra… (eso de que los árboles no nos dejan ver el bosque…) ; por desgracia, hoy en día el camino de la vida artística es el de crear obras del tipo: “agrupación de árboles con variaciones salvajes de origen animal y vegetal”, como si en una enajenación matemática creyésemos que la suma de los elementos es igual al conjunto; cualquiera que haya paseado bajo robles y hayas en otoño convendrá conmigo que siempre hay algo más (vaya, me he puesto un poco ñoño) […]
sin duda, los criterios de la crítica son criterios de consumo; no nos relacionamos con la obra sino que la manipulamos, la consumimos del mismo modo que cualquier otro objeto cotidiano que nunca hemos sentido como parte de nosotros mismos […]
ese sentido acumulativo de nuestra vida que me devuelve a Borges, a “lo importante no es leer, sino releer“; ¿cuántas veces hemos sentido el deseo de volver a leer un libro? ¿cuántas veces hemos ido a ver de nuevo un espectáculo o una película? ¿qué hay en los libros que no nos hace querer leerlos de nuevo? ¿qué hay en nosotros para no querer regresar sobre las páginas ya visitadas?



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